De todo lo velado,
tenue, lejana y misteriosa surge
vaga melancolà­a
que del ideal al cielo nos conduce.

He mirado reflejos de ese cielo
en la brillante lumbre
con que ahuyenta las sombras, la mirada
de sus ojos azules.

Leve cadena de oro
que una alma a otra alma con sus hilos une
oculta simpatà­a,
que en lo profundo de lo ignoto bulle,

y que en las realidades de la vida
se pierde y se consume
cual se pierde una gota de rocà­o
sobre las yerbas que el sepulcro cubren.