Bajo los à¡rboles viejos
cuya sombra el suelo baà±a
miro perdida a lo lejos
una pequeà±a cabaà±a.
Todo en quietud allà­ vese,
la ventana no està¡ abierta
y el musgo grisoso crece
sobre el umbral de la puerta.
Cual tibio aliento aromado
que el frà­o condensa en nube
humo tenue y azulado
en espiral de ella sube.
Del alma que allà­ reposa
noticias a Dios le lleva
el humo que de la choza
en espirales se eleva.