Dulce desdén, si el daà±o que me haces
de la suerte que sabes te agradezco,
qué haré si un bien de tu rigor merezco,
pues sà³lo con el mal me satisfaces.

No son mis esperanzas pertinaces
por quien los males de tu bien padezco
sino la gloria de saber que ofrezco
alma y amor de tu rigor capaces.

Dame algàºn bien, aunque con él me prives
de padecer por ti, pues por ti muero
si a cuenta dél mis là¡grimas recibes.

Mas ¿cà³mo me darà¡s el bien que espero?,
si en darme males tan escaso vives
que ¡apenas tengo cuantos males quiero!