Soà±aba en ese entonces en forjar un poema,
De arte nervioso y nueva obra audaz y suprema,

Escogà­ entre un asunto grotesco y otro trà¡gico
Llamé a todos los ritmos con un conjuro mà¡gico

Y los ritmos indà³ciles vinieron acercà¡ndose,
Juntà¡ndose en las sombras, huyéndose y buscà¡ndose,

Ritmos sonoros, ritmos potentes, ritmos graves,
Unos cual choques de armas, otros cual cantos de aves.

De Oriente hasta Occidente, desde el Sur hasta el Norte
De metros y de formas se presentà³ la corte.

Tascando frenos à¡ureos bajo las riendas frà¡giles
Cruzaron los tercetos, como corceles à¡giles;

Abriéndose ancho paso por entre aquella grey
Vestido de oro y pàºrpura llegà³ el soneto rey,

Y allà­ cantaron todos... Entre la algarabà­a,
Me fascinà³ el espà­ritu, por su coqueterà­a

Alguna estrofa aguda que excità³ mi deseo,
Con el retintà­n claro de su campanilleo.

Y la escogà­ entre todas... Por regalo nupcial
Le di unas rimas ricas, de plata y de cristal.

En ella conté un cuento, que huyendo lo servil.
Tomà³ un carà¡cter trà¡gico, fantà¡stico Y sutil,

Era la historia triste, desprestigiada y cierta
De una mujer hermosa, idolatrada y muerta,

Y para que sintieran la amargura, exprofeso,
Junté sà­labas dulces como el sabor de un beso,

Bordé las frases de oro, les di màºsica extraà±a
Como de mandolinas que un laàºd acompaà±a,

Dejé en una luz vaga las hondas lejanà­as
Llenas de nieblas hàºmedas y de melancolà­as

Y por el fondo oscuro, como en mundana fiesta,
Cruzan à¡giles mà¡scaras al compà¡s de la orquesta,

Envueltas en palabras que ocultan como un velo,
Y con caretas negras de raso y terciopelo,

Cruzar hice en el fondo las vagas sugestiones
De sentimientos mà­sticos v humanas tentaciones...

Complacido en mis versos, con orgullo de artista,
Les di olor de heliotropos y color de amatista...

Le mostré mi poema a un crà­tico estupendo...
Y lo leyೠseis veces y me dijo... ¡No entiendo!